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Masculinidades: ¿Somos los hombres violentos?

La violencia, es cosa de hombres.

Hagamos un análisis de lo que plantea el título del presente escrito, para darnos cuenta, si lo que él mismo sugiere es correcto o no. Recordemos que, las masculinidades se definen como todas aquellas características que la sociedad supone que identifican a los hombres, o bien, el conjunto de atributos, valores, comportamientos que son característicos de los hombres en una determinada sociedad. 

La concepción hegemónica y tradicional  de la «masculinidad» vincula y legitima la idea de que existe una relación natural entre el sexo masculino y la detención social del poder, en lo que refiere a la posición relativa de los hombres con respecto de las mujeres. Esta idea, que también es conocida popularmente como machismo, ha condicionado a los hombres para que desarrollen conductas que caracterizan el peligro, el riesgo, la ausencia de responsabilidad y el ejercicio de la violencia.

El hombre en la sociedad

Aunado a lo referido anteriormente, llama la atención la posición de una sociedad androcéntrica que en lugar de preguntarse qué hay detrás de esa masculinidad hegemónica y tradicional,  es decir, de la forma de entender lo que es ser hombre en la sociedad actual y que está definida por una cultura patriarcal,  ha ignorado el detalle, de la responsabilidad de los hombres en la violencia. Y no sólo llama la atención esa ignorancia, sino que trata de ocultarla detrás de elementos que forman parte de la realidad, pero que se utilizan para distorsionarla y difuminarla para que no se pueda ver bien su imagen. 

Para justificar éste posicionamiento, lo que se hace es hablar de “multi-causalidad” de la violencia, de la base biológica que hay detrás de ella, como ocurre con la agresividad animal y así presentar a los hombres como “simples machos” sometidos a las influencias de sus instintos.

Teorías del uso de la violencia

Por consiguiente, debemos referirnos a las teorías sobre el origen y las raíces de la violencia que se encuentran en dos grandes grupos, las denominadas teorías biologicistas y las teorías ambientalistas. Las primeras, las biologicistas, representan el componente individual, y se centran en los elementos biológicos y psicológicos que pueden desarrollar la violencia a partir de la base natural de la agresividad que existe en cada persona. Algunos conocedores del tema,  hablan de la violencia como una especie de “descontrol” de la agresividad.

Las segundas, las  ambientalistas, analizan el papel del contexto social y cultural en el origen de la violencia. Estos factores que conforman ésta segunda teoría, están relacionados con la familia, las denominadas estructuras sociales organizadas, llámese escuela, trabajo, organizaciones juveniles, instituciones relacionadas con la educación y socialización,  y las estructuras sociales desorganizadas, tales como el  vecindario, grupo de relación, amistades, entre otros. Todo ello dentro de la cultura que las impregna con sus ideas, estereotipos, tradiciones, valores, mitos y costumbres, que se establecen como parte de lo normal, para organizar las relaciones, y responder ante las interacciones que se producen entre sus elementos.

De hecho, los estudios indican que el 80% de la violencia se fundamenta en factores sociales, y que sólo el 20% se debe a un predominio de los factores individuales de carácter biológico y psicológico, aunque estos resultados sobre el predominio de los elementos de uno u otro tipo no significa que no existan interacciones entre ellos. Fuente

¿Somos los hombres violentos? 1

Algunos datos clave

Para analizar lo antes señalado, lo primero que tenemos que hacer es conocer porcentualmente una representación de la misma. Y la imagen de la violencia, al margen de lo que algunos distorsionen con las palabras, es muy nítida. Para mostrarla recurriremos a una pequeña muestra de los datos aportados en los informes de organizaciones reconocidas, como las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras organizaciones centradas en el análisis del tema.

Según estas organizaciones el 95% de los homicidios a nivel mundial, son cometidos por hombres, solo el 5% son cometidos por mujeres y el 81% de las víctimas de estos homicidios son hombres; el 93.2 % de presos a nivel mundial,  son hombres, existen aproximadamente 10 millones de presos por violencia; el 75% de suicidios son de hombres;  el 35% de las mujeres han sufrido violencia física y/o violencia sexual; el 43% de las mujeres han sufrido violencia psicológica y el 55% de las mujeres ha sufrido acoso sexual.

Más que cifras, un problema de fondo

Cada año ocurren 87 mil  femicidios, que como recordarán, se refiere al asesinato de una mujer por su condición de mujer y los cuales, son cometidos por su pareja o su ex pareja, esto ocurre en mayor porcentaje, en el ámbito familiar, lo que representa que cada 6 minutos muere una mujer en el planeta, por femicidio. En la actualidad hay unos 650 millones de mujeres y niñas menores de 18 años que han sido casadas bajo la obligación impuesta por las familias.

Algunas de las cifras que contribuyen a llenar la estadística mencionada anteriormente, son aportadas por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) en Venezuela, que refiere que en el año 2022 nuestro país terminó con 9.367 muertes violentas, de las cuales 2.328 se corresponden a víctimas de homicidios cometidos por ciudadanos comunes; 1.240 son muertes como resultado de intervenciones policiales, las cuales han sido calificadas en los años anteriores por las autoridades como “resistencia a la autoridad” y 5.799 son los casos de muertes que se encuentran en averiguación por los organismos de investigación criminal.

Si a esa cifra le agregamos los 1.370 casos de denuncias por desapariciones, en las cuales hay una sospecha importante de muerte, tenemos un total de 10.737 víctimas fatales por casos de violencia.

Un caso como ejemplo.

Este caso que presentamos a continuación, sirve para ilustrar lo comentado anteriormente. Es el caso de un hombre con antecedentes de violencia que mata a su pareja de 45 años de edad y a la hija de ésta, que tan sólo contaba con 8 años de edad. Es un hombre de 44 años identificado como Carlos C. y que tenía antecedentes por violencia de género tras una denuncia interpuesta en el año 2017, por una pareja anterior.

El autor de los hechos, ocurridos aparentemente con arma blanca, llamó a su cuñado de madrugada avisándole de lo ocurrido y éste alertó al 171, donde indicó que el hombre le había hecho saber que había matado a su novia. El arrestado, que se había infligido heridas de arma blanca y que fue hospitalizado, se encontraba en rehabilitación en un centro de salud.

Cuando éste avisó a su cuñado, no aclaró que él se encontrara allí, si bien las pesquisas policiales permitieron a los agentes que se apersonaron en el inmueble, encontrar los cadáveres apuñalados de la mujer y de la niña, y en otra habitación al sospechoso malherido, con heridas que se cree se auto infligió en el pecho, así como dos cuchillos con los que se cree que cometió la doble agresión mortal. Indicaron que la madre se llamaba Carolina J. y que su hija se llamaba Melina G.

Este caso, como muchos otros, son reseñados casi a diario en todo el mundo, lo que nos da una imagen  terrible de la violencia que se vive en nuestro planeta.

Actitudes ante la violencia

Siempre que como resultado de un análisis se plantea una crítica sobre los hombres y el uso de la violencia, inmediatamente se produce un rechazo, al tiempo que se plantea la participación de otros factores, aunque estos sean secundarios. Por el contrario,  no hay problema en presentar a los hombres como referencia al momento de mostrar algún logro social o algún avance importante.  Lo mismo que no se dice nada cuando se toma al hombre o a los hombres como forma genérica, para referirse a ambos sexos. Los hombres valen como referencia para lo bueno que se consigue en común, pero no para la crítica sobre lo que ellos son protagonistas, en verdad, es una posición paradójica y muy reveladora sobre la construcción social que la lleva a cabo.

Para lograr entender la verdadera dimensión de la violencia, no sólo por sus estadísticas, y el papel de los hombres en su origen, la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) resulta muy gráfica.

La violencia es el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. 

Es preocupante, cómo la construcción social es la que ha permitido normalizar la violencia, incluso con una aceptación práctica y explícita de la misma. Conforme con su origen, está más cerca de los elementos estructurales de la sociedad, como ocurre cuando se ha utilizado la violencia como parte de los instrumentos pedagógicos bajo la idea de que “la letra con sangre entra”, o en la educación de niños y niñas con el “te pego porque te quiero”, o en violencia de género cuando se hace creer a las víctimas que la violencia forma parte de la relación y dicen lo de “mi marido me pega lo normal”.

El cine: El guión de la película

El cine actúa unas veces como una fábrica de sueños, otras de miedos, pero casi siempre su pantalla tiene más de espejo que de escenario, por grande que sea la distancia entre la realidad y la película. De algún modo, en el cine las historias siempre son de “conciencia-ficción” por esa necesidad de abstraerse que nos lleva ante la pantalla. Y en ese espejo, podemos ver algunos reflejos que nos ayuden a entender las relaciones extrañas y paradójicas que a veces se establecen con la violencia. Lo primero que hace una película, hablando en términos gráficos, es dividir a los personajes entre “buenos” y “malos” según su vínculo con la historia y el marco del relato.

Pero si nos damos cuenta, esa definición no se refiere al contexto legal o formal, de manera que los “buenos” sean los personajes que actúan bajo la ley y los “malos” los que lo hagan al margen de ella. La definición se hace sobre la trama, de manera que la formalidad del sistema queda supeditada al significado de la historia y al relato de los personajes. 

Sin darnos cuenta, en muchas películas que hemos visto,  hay una razón “superior” o “ética” para justificar el uso de la violencia, hasta el punto de que quienes la observan desde fuera se sienten identificados con ella y se hacen cómplices del relato. Procuremos analizar ésto, la próxima vez que nos sentemos en un cine o en nuestras casas, a ver alguna película.

¿Somos los hombres violentos? 2

¿Somos los hombres violentos?

Para finalizar, debemos estar claros que la masculinidad es mucho más que la suma de todos los hombres, y la violencia que ellos ejercen va más allá de la suma de todos los casos que reflejan las estadísticas. Cambiar el resultado sin modificar las causas es imposible.

Por eso, definitivamente “sí somos los hombres violentos”, y para abordar y prevenir ésta situación, no sólo podemos situar el foco en el resultado de las conductas violentas de determinados hombres, sino que también debemos ponerlo en el contexto social y cultural de un machismo que presenta la violencia como una opción válida dentro de la sociedad y la masculinidad.

¿Se puede transformar esta situación?

En la Asociación Civil Uniandes nos enfocamos en incorporar charlas y actividades sobre «Masculinidades Positivas» dentro de los proyectos y programas que desarrollamos, para impulsar cambios en las relaciones sociales entre mujeres y hombres y disminuir los indices de violencia en las comunidades que visitamos.

Eduardo Depablos
Facilitador de talleres sobre Masculinidades Positivas o Alternativas.
Estado Táchira

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